LLoras. Por Haddass
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Escrito por haddass el 2018-03-19 23:18:11.
Actualizado por haddass el 2018-03-19 23:20:04.
Lloras
No hay mayor causa de llanto que no poder llorar. Lucio Anneo Séneca
Un día cualquiera, sin saber por qué, lloras, y un sentimiento de desamparo te escuece, como escuece la sal en una herida abierta y, mientras las lágrimas brotan sin consuelo buscando la caricia de la piel, sientes que no tienes acomodo en ningún regazo, que tu destino ha sido siempre andar en solitario, a duras penas, con una pesada carga. Como tantos otros.
Pero hoy es el día en que se acordó el encuentro y hay que maquillarse: empolvarse el dolor y el desengaño, delinear una mirada alegre y expresiva, hacer brotar el rubor de esas mejillas desmayadas, pintar de rojo sangre los labios que han de callar miserias y traiciones, perfumar las manos que recibirán y abrazarán a los que vienen y tomar doble coctel calmante para aguantar ese envite social.
Mañana, cuando todo haya pasado, te mirarás al espejo y verás un personaje extenuado y débil, puede que ya no llores, que sólo aprietes los puños para poder llegar a sentarte en el sillón y recuperar fuerzas para la próxima velada.
Todos creen conocerte. Miran, y sus mentes imaginan o intuyen quién eres por lo que muestras, pero nunca han querido conocer ni saber que pasa en el tuétano de esos huesos que te forjan. Sólo vales si para algo sirves. Tienes que esforzarte cada vez más, mucho, mucho más.
Pero llega el tiempo en que ya no hay capacidad ni fuerza, en el que dolor vence y las piernas no sujetan, los ojos no ven con claridad y siempre tienes sueño. Intuyes que empiezas a no ser útil para casi nada y, además, sabes lo que eso significa. Quizá, por esa razón, aprendes a esconderte cuando no pudiste maquillarte y permaneces a oscuras para que nadie adivine la veteranía de tus ojeras.
Y otro día cualquiera, sin saber por qué, lloras.
Escrito por haddass el 2018-03-19 23:18:11.
Actualizado por haddass el 2018-03-19 23:20:04.
Lloras
No hay mayor causa de llanto que no poder llorar. Lucio Anneo Séneca
Un día cualquiera, sin saber por qué, lloras, y un sentimiento de desamparo te escuece, como escuece la sal en una herida abierta y, mientras las lágrimas brotan sin consuelo buscando la caricia de la piel, sientes que no tienes acomodo en ningún regazo, que tu destino ha sido siempre andar en solitario, a duras penas, con una pesada carga. Como tantos otros.
Pero hoy es el día en que se acordó el encuentro y hay que maquillarse: empolvarse el dolor y el desengaño, delinear una mirada alegre y expresiva, hacer brotar el rubor de esas mejillas desmayadas, pintar de rojo sangre los labios que han de callar miserias y traiciones, perfumar las manos que recibirán y abrazarán a los que vienen y tomar doble coctel calmante para aguantar ese envite social.
Mañana, cuando todo haya pasado, te mirarás al espejo y verás un personaje extenuado y débil, puede que ya no llores, que sólo aprietes los puños para poder llegar a sentarte en el sillón y recuperar fuerzas para la próxima velada.
Todos creen conocerte. Miran, y sus mentes imaginan o intuyen quién eres por lo que muestras, pero nunca han querido conocer ni saber que pasa en el tuétano de esos huesos que te forjan. Sólo vales si para algo sirves. Tienes que esforzarte cada vez más, mucho, mucho más.
Pero llega el tiempo en que ya no hay capacidad ni fuerza, en el que dolor vence y las piernas no sujetan, los ojos no ven con claridad y siempre tienes sueño. Intuyes que empiezas a no ser útil para casi nada y, además, sabes lo que eso significa. Quizá, por esa razón, aprendes a esconderte cuando no pudiste maquillarte y permaneces a oscuras para que nadie adivine la veteranía de tus ojeras.
Y otro día cualquiera, sin saber por qué, lloras.
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